Por mucho
tiempo no me preocupé en explicar “quien
soy ni que hago”
simplemente
era y hacía.
Nací el 25 de marzo 1955 en
Madrid. Desde que recuerdo tuve una idea
fija: ¡La libertad!.
Mi interés por
el dibujo empezó cuando era niña; mi
padre me regalaba pequeños cuadernos y
lápices que cortaba a la mitad para convertirlos en dos. Siempre los llevaba
conmigo y dibujaba en cualquier lugar a donde fuera.
Recuerdo mis primeros lápices de colores a la acuarela
de Faber Castell, que todavía me gusta seguir usando. También de la mano de mi
padre aprendí la técnica de la acuarela copiando láminas que me daba, mientras
él pasaba consulta en otra sala de la
casa.
Más
adelante, estudié en escuelas y academias de arte y visité algunos lugares que fueron
determinantes. En Italia tuve la
oportunidad de conocer la pintura mural
de Siqueiros, artista mexicano, cuyos murales se exponían
en grandes reproducciones por
toda Florencia. Deslumbrada, decidí
visitar el país de origen de Siqueiros,
y así comenzó mi verdadera búsqueda de un arte que fuera algo más que parte de la decoración. El
movimiento muralista mexicano que se desarrolló a partir de 1922, había
desafiado el arte, y lo había llevado a
los muros interiores y exteriores de edificios públicos, convirtiéndolo en arte
social, en un nuevo concepto donde se conjugaba
la arquitectura, la luz y las formas para crear una pintura en
movimiento.
De
esta manera, mi afán de libertad se
abrió a una nueva forma de expresarse a
través del color y las formas, surgidas del mismo espacio.
No
contenta con esto, seguí las huellas del pasado y volví a encontrarme con otro
determinante en mi trayectoria artística: las pinturas murales prehispánicas.
En la antigua ciudad de Teotihuacan me detuve un tiempo sin tiempos; desde sus
piedras miré hacia el pasado y observé el futuro. Todos los muros de las estructuras
arqueológicas tenían pinturas al fresco, a manera de escritura, donde se
plasmaban los eventos relevantes que habían ido sucediendo en conexión con las
estrellas; ahí estaba todo el conocimiento sagrado de ellos.
Y
así aprendí a mirar primero a las estrellas y luego transcribir con el pincel
mis diálogos con ellas.
Finalmente
en este caminar de un lado a otro, de un país a otro y de un tiempo a otro,
surgió la necesidad de elaborar un manifiesto.
Manifiesto
reflejo del espíritu,
no busques explicaciones
tan sólo
siéntelo
1) La huella del hombre ha quedado plasmada en el tiempo a través de su arte que ha ido dejando en cuevas, piedras, edificios etc., y gracias a ello podemos entender una parte de nosotr@s mism@s.
2) Por mucho que la tecnología y la ciencia avance, la sociedad necesitará siempre del arte para mantener su equilibrio emocional, pues el arte nos abre una puerta para percibir la belleza de ser en esta vida en sus infinitas manifestaciones.
3) La belleza la entendemos como la capacidad de kaptar lo intangible que yace tras los sentidos para llevarlo al mundo manifestado a través de formas, colores, frecuencias, símbolos y materia, traspasando de esta manera el propio concepto de lo bello.
4) El arte es presente, pasado y futuro, aunque su proyección fuera del tiempo, mirará siempre hacia el futuro. Este es el gran misterio.
5) Todas las manifestaciones artísticas están íntimamente relacionadas, no existe separación entre ellas: La pintura es poesía, la poesía es música, la música es arquitectura sonora y así sucesivamente…
6) Bajo un concepto común, el de la creatividad, las artes deben volver a reunirse para interactuar entre ellas, enriqueciendo así la expresión de las diferentes culturas, que por sentirse diferentes han permanecido y permanecen separadas las unas de las otras.
7) Pues la diversidad que sabe interactuar como tal, también se une para proyectarse en objetivos comunes, donde cada un@ es diferente pero reconoce que pertenece al mismo conjunto.
8) No debemos olvidar que el arte es una parte esencial de la educación y desarrollo de los seres humanos, por lo que debe ser apoyado y respetado por la misma sociedad.